El ferrocarril, Manet. Una estación llena de detalles.

Os queremos hablar de una de las obras maestras de Édouard Manet, uno de los autores más importantes de la pintura impresionista y uno de sus precursores. Concretamente la obra a tratar es la titulada como El ferrocarril. Esta obra se realizaría en el año 1873 y fue presentada en el Salón de París del año 1874. Esta obra, está enmarcada cerca del estudio del pintor francés, concretamente en la Estación de San Lázaro de la ciudad de París. En la que una de sus protagonistas es la hija de su vecino Alphonse Hirst. Así mismo, podemos situar y localizar algunas de las calles de la ciudad parisina. Concretamente la Rue de Saint-Pétersbourg cerca de la Place de l’Europe.

El ferrocarril, Édouard Manet, 1873.

Es una obra pictórica llena de detalles de mucha calidad. Aparecen madre e hija esperando el tren, o al menos contemplando el transitar del ferrocarril. La estación de San Lázaro, es un lugar recurrente, precisamente su compañero impresionista Claude Monet, retrataría el interior de la misma.

La estación de Saint-Lazare, Claude Monet, 1877.

En el caso de Édouard Manet, su retrato es más nítido y más detallista. Su pincelada capta perfectamente las sensaciones de una estación. Las estaciones eran lugares de espera, de recibimiento, de sueños próximos. Por lo tanto, en esta obra de Manet podemos ver dos personas en una actitud totalmente acorde a estas sensaciones. La madre mira fijamente hacia el espectador, portando un libro abierto, el cual le ha servido para amenizar su espera, esta parece sorprendida por la mirada del pintor.

Detalle rostro, El ferrocarril, Édouard Manet, 1873.

Esta dama porta detalles reseñables. Entre sus brazos acurruca un pequeño cachorro, en el cual la pincelada impresionista empasta perfectamente con el pelaje de este pequeño canino.

Detalle cachorro, El ferrocarril, Édouard Manet, 1873.

También destaca la vestimenta burguesa de la época, en la que la madre lleva un vestido azul, el cual la luz y los distintos azules son captados de forma magistral por el pintor. Su tocado porta un lazo negro que contrasta sobre el negro más grisáceo de la copa del sombrero. En este tocado destacan una margarita y dos amapolas de gran belleza.

Detalle tocado, El ferrocarril, Édouard Manet, 1873.

Otro de los aspectos de la moda que podemos observar en la madre, es el uso del abanico, el cual es retratado con una leve pincelada roja y una visión difuminada de su interior. En la madre, destaca su rostro, cabello y manos. El rostro porta una mezcla entre sorpresa y hastío. Es un rostro magnífico en el que aparecen algunos detalles. Sus ojos verdes se muestran cansados y sus cejas aparecen con dos leves pinceladas. Su rostro claro se ve intercalado por la rojez de sus labios, mofletes, barbilla y ojeras. Dando una visión realista de la piel y una vista detallada.

Detalle piel, El ferrocarril, Édouard Manet, 1873.

Su cabello esta muy bien realizado, portando un pelo pelirrojo de varias texturas gracias a los distintos naranjas rojos y amarillos utilizados por el pintor. Dando así, una visión perfecta a la lejanía.

Detalle pelo, El ferrocarril, Édouard Manet, 1873.

Por último, sus manos muestran en la cercanía, una visión totalmente impresionista. Es como si sus manos se hubiesen derretido. Pero al alejarnos, los tonos utilizados crean una mano de gran nitidez.

Detalle mano, El ferrocarril, Édouard Manet, 1873.

Centrándonos en la segunda protagonista de la obra, destaca como la niña observa de forma curiosa el transcurrir de los trenes. Acaba de pasar uno de ellos por el humo que se atisba en la escena. La hija de Alphonse, vecino de Manet, se queda pegada a la valla que colinda al paso del tren. A que niño no impresiona un tren. A todos nos gusto alguna vez mirar este momento magnífico e impresionante.

Hija de Alphonse, El ferrocarril, Édouard Manet, 1873.

Esta niña esta realizada con detalles de gran calidad. Su vestido porta unos pliegues, los cuales son retratados perfectamente por manet creando un juego de blancos y grises. Otro objeto retratado magníficamente, es su cinturón con un gran lazo, el cual se trasparenta creando una visión y un efecto lumínico al traspasar el blanco gracias a la luz que incide sobre el azul.

Pincelada en vestido, El ferrocarril, Édouard Manet, 1873.

Monet diferencia levemente las texturas de esta chica, portando una piel un poco menos definida que la de su madre. Destaca la diferencia entre cuello y moflete. Así, como la rojez de la mano y de las orejas, propiciada por el apretar de la mano en la valla o de la típica rojez que portan las orejas de algunas personas. Esta rojez hace vernos que comparten aspectos de la piel. Madre e hija lo evidencian tanto en las rojeces de la piel, como en sus orejas.

Detalle oreja, El ferrocarril, Édouard Manet, 1873.

Por último y no menos importante, destaca la estación y el paso del tren. Como comentábamos, el humo atisbaba el paso del tren hace pocos segundos. Manet lo retrata de la siguiente manera. En las zonas con más cantidad de humo realiza un blanco opaco y en zonas en las que el humo ha pasado crea una visión difusa. Como ejemplo, tenemos las ventanas de los edificios de la izquierda del cuadro.

Detalle humo, El ferrocarril, Édouard Manet, 1873.

Vemos otros detalles como la vía del tren o el comenzar de la estación, las cuales están localizadas a la izquierda del cuadro. Además, podemos ver otras personas sentadas al otro lado de la vía en el andén del frente.

Detalle vía, El ferrocarril, Édouard Manet, 1873.
Detalle viajeros, El ferrocarril, Édouard Manet, 1873.

Se trata de una obra maravillosa, en la que se deja patente la calidad de la pintura impresionista de Édouard Manet. Esta obra sería un referente de lo que es una pintura impresionista, la cual te engaña en la lejanía y te revela los entresijos en la cercanía, creando una visión pictórica sublime.

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