Las miradas que juegan perdidas, Murillo.

En este artículo queríamos hablarles de una obra de Bartolomé Esteban Murillo, en la cual existe un juego de miradas magníficas. El juego no solo abarca las miradas, ya que se trata de una escena en la que dos niños juegan a los dados con la inocencia que caracteriza la niñez. Es maravilloso como algo tan banal como el juego, transcienda de tal manera a través de dos elementos que Murillo retrata a la perfección, la mirada y la niñez.

Niños jugando a los dados, Murillo, 1675.

En la obra Niños jugando a los dados de 1675, Murillo retrata un escenario en el que hay cuatro protagonistas principales los cuales son retratados en un ambiente de pobreza, un lugar inhóspito que es algún lugar ruinoso en el que juegan estos niños. Murillo ademas de retratar las miradas de las cuales os hablaremos más adelante, aporta una mirada crítica, una mirada dura hacia la situación de estos niños, niños que apenas tienen ropas dignas con las que vestirse, prueba de ello es la bota rota por la que asoma el pie de la niña que juega concentrada.  A pesar de esta pobreza, Murillo siempre sabe sacar una sonrisa hacia la inocencia de estos. Que hay mas bello que la niñez, que hay mas bonito que olvidar tus circunstancias y ser feliz.

Centrándonos en la mirada literal de esta obra murillesca, aporta un juego de miradas el cual es magnífico y que empasta muy bien con la temática del cuadro. Llama la atención como se trata de miradas las cuales están perdidas y a pesar de mirar un referente mentalmente están en otro lugar. Observamos como el niño y la niña sentados, miran los dados ensimismados y aunque los vean fijamente, sus mentes están pensantes y sus miradas concentradas en el transitar del juego. Están tan perdidos o inconscientemente perdidos, que juegan su poco dinero con la pérdida del mismo a la vuelta de la esquina. Se mezcla la inocencia del juego infantil con un juego más trascendente y grave. Dirán para si mismos, no tengo nada que perder, mi pobreza es mi condena.

Detalle mirada, Niños jugando a los dados, Murillo, 1675.

En este cuadro existen otras dos miradas que completan este juego de miradas. El niño que aparece de pie esta con su mente nublada, sus ojos perdidos los cuales miran al infinito. El niño camina descalzo y no tiene la suerte de tener unos zapatos que ponerse. Así mismo, come un trozo de pan el cual sacia su hambre, hambre que es mirada y prioridad para la humildad de sus vidas. También es prioridad el hambre del cuarto protagonista, el cual aparece sentado esperando que su amo le de un trozo de ese pan. Parece una alegoría de la dureza de la vida, el perro como el ser humano espera atento a que sacien su hambre. Así mismo, hace referencia a la anteposición de esperar sentado, ya que después de un largo día de trabajo, el niño se gana el pan con su trabajo vendiendo los membrillos y limones que retrata Murillo en el cuadro.

Detalle mirada, Niños jugando a los dados, Murillo, 1675.

Con este artículo os queremos transmitir como Murillo usaba la mirada para hacernos pensar, además de para atraparnos en ese juego de miradas que nos transmiten una narrativa en la que las miradas son las palabras que se unen para formar una frase que es el cuadro. La mirada es el espejo del alma, es espejo de una situación, de una sociedad o de una vida.

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