Rito Mozárabe

Hispania, fue uno de los territorios del Imperio Romano donde el cristianismo proliferó con más facilidad tras el Edicto de Milán, sucediendo por varias razones. Entre ellas encontramos que el judaísmo estaba muy arraigado en el territorio peninsular, debido a sus incursiones varias en época fenicia y durante las guerras judaicas de los siglos I y II. Así mismo, tenemos constancia de evangelizaciones, creaciones de reinados católicos en el siglo VI y contacto con las nuevas religiones debido a su situación geográfica, por su importancia en el Mar Mediterráneo. Volviendo a esa primera razón vemos como el cristianismo adopta varios cultos típicos judíos, partiendo de la liturgia y evolucionando hacia una liturgia propia. En España se unificará la liturgia con el IV Concilio de Toledo del año 633, y tras la conquista musulmana se conservará por las comunidades mozárabes, gracias a la permisividad musulmana en los siglos IX, X y XI. Huella de ello es como destacan liturgistas como San Vicente de Córdoba del año 810 y Salvo Abad de Albelda.

Muchos de las comunidades mozárabes tuvieron que trasladarse hacia el norte peninsular, llevándose su tradición mozárabe. Por lo tanto, nos encontramos con varios núcleos en los que la liturgia mozárabe se realizaba; debido a esta diversificación las liturgias evolucionan de diferente manera en los distintos lugares. Esta integración tuvo su freno oficial en Burgos en el año 1080, ya que se adopto la medida de abandonar el rito mozárabe para dar paso al rito romano en el territorio castellano. Esto fue fruto de varios pasos hacia este fin, con varios concilios celebrados en Nájera, Llantada y Burgos en años anteriores. Como era de esperar esta corriente provocó la contrariedad en la comunidad mozárabe que no quería abandonar su rito, consiguiendo el permiso para su realización en seis iglesias toledanas tras la conquista de Toledo en el año 1085. A pesar de esa debilitación del rito mozárabe frente al rito romano vemos como no termina de desaparecer. Prueba de ello es la reforma del Cardenal Cisneros del año 1495. Este puso en valor la liturgia con la creación de una capilla en la que se realizara este rito en la Catedral de Toledo Así mismo, se encargo de un estudio y recopilación de esta liturgia; mandando imprimir un misal y un breviario. En estas se reflejó ciertas melodías a través de la notación cuadrada. Cisneros tomo como referencia ciertos manuscritos de canto mozárabe de los siglos IX al XI, realizados en notación neumática.

Este recopilación del Cardenal Cisneros se revisaran en los siglos XVIII por el Cardenal Lorenzana y XX por el Concilio Vaticano II. Por último Juan Pablo II7, permitió la realización de esta liturgia en todo el territorio español.

Entre los libros fundamentales del rito mozárabe encontramos el Liber Ordinum8. Se trata de una obra hispánica de San Prudencio de Monte Lanturce del siglo XI. Otro de los manuscritos es el Antifonario de León en el que se detalla la ceremonia y como se realiza. Las melodías de este antifonario fueron compuestas por San Leandro y San Isidoro entre otros, realizando el Benedictio Lucernae y el canto de Bendictiones. En el Libro de Officiis eclesiasticis también se cuenta con coros, cantos, salmos, himnos y antifonas de estos santos sevillanos. Otro importante representante de la cración mozarabe fue el Arzobispo de Toledo San Eugenio, componiendo himnos.

La misa estaba compuesta por tres antifonas9, un verso de salmo y una oración. Tras la tercera oración había un responsorio. Del canto mozarabe detacaba ser música esencialmente vocal, es decir, los instrumentos musicales pueden acompañarlo, pero no interpretar la melodía. Es un canto monódico, diatónico y de ritmo libre. Además, como el resto de los sistemas musicales diatónicos, tiene una estructuración modal, heredera de la música greco-romana.

Autor: Jesús Aguayo Linares, graduado en Historia del Arte por la Universidad de Córdoba

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