El aguador de Sevilla, es una obra pictórica velazqueña que tiene un gran apego popular. Es una obra de juventud, que a pesar de ser una obra perteneciente a su comienzo artístico, porta una calidad pictórica reseñable. Es definida como pintura de género y destaca la participación del aguador. Se trata de una obra que perteneció a Juan de Fonseca, sumiller de cortina de Felipe IV. El aguador de Sevilla, cuenta con detalles que transmiten e ilustran el sentir de uno de los oficios tradicionales de la ciudad sevillana. Los aguadores surtían de agua en los calurosos días de verano.
Existen algunas teorías realizadas por importantes estudiosos, las cuales explican el significado de la obra con aspectos relacionados con la temática de la alegoría de las tres edades. Esto es debido a que se ven representados un anciano, un hombre de mediana edad y un niño. Con esto, se alude a una temática común en otros pintores de la época, como Tiziano o el mismo Diego Velázquez en otra de sus obras. Por lo tanto, no sería nada extraña esa teoría. Otros teóricos hablan de que es una ceremonia de aspectos eróticos, debido a el higo que porta la copa en su interior. Otro aspecto que se debate, es la identidad del aguador. Precisamente se habla en concreto de Corzo de Sevilla, aguador y personaje de la ciudad sevillana. A pesar de esta teoría, no está resuelta la identidad del representado.
Centrándonos en aspectos pictóricos, debemos hablar de el tenebrismo y la influencia del claroscuro en la obra. Este aspecto, lo podemos observar en el fondo oscuro que contrasta con los personajes retratados en primer plano. Así mismo, destaca la forma en la que irrumpe uno de los personajes entre la penumbra. Concretamente un hombre de mediana edad, que aparece bebiendo con un rostro en el que resalta su mirada fija. Así mismo, destaca la manera en la que se difumina la cara.
Aparte del tenebrismo, destaca la manera tan realista en la que salen representados el Aguador y el niño sujetando la copa de cristal. Se nos muestran detalles minuciosos. Concretamente en lugares como la gran tinaja, donde podemos observar la textura del agua respecto a la cerámica. Esta crea una textura muy particular y un color característico.
También se nos muestra el agua desde una perspectiva diferente en las gotas las cuales son representadas cayendo o adheridas a la tinaja de forma estática.
Así mismo, destaca el brillo y la luz que se representa en la tinaja más a la derecha del cuadro. Esta muestra un brillo cerámico, el cual lleva consigo una representación de la luz diferente al mate de la tinaja más grande. En la pequeña, se representan pinceladas blancas, que son muy efectivas en los efectos lumínicos. Así mismo, las sombras provocadas por algunas deformaciones, están conseguidas de manera exquisita.
En relación al Aguador, observamos un rostro curtido, arrugado y de tez morena. Algunos estudiosos como Antonio Palomino, hablaba de la fealdad de su rostro. Más allá de su fealdad, destaca la manera en la que el pintor sevillano representa las arrugas. Sus finas pinceladas son muy certeras en frente, boca y cuello.
Así mismo, Velázquez es muy sutil a la hora de representar las luces y las sombras en su rostro. La luz incide en zonas determinantes, dejando en un segundo plano la zona cercana a la cara y siendo atrapado su rostro por la penumbra tenebrista. Este remarca la cara, de manera que la definición es muy alta respecto al niño o el hombre de mediana edad.
La expresión retratada es de tristeza, casi de resignación. Mostrando una mirada perdida, la cual es compartida con la mirada del niño. Este niño retratado por Velázquez, porta una mirada y expresión propia de una mirada perdida. Así mismo, parece cansada. A pesar de ello, esta cuestión no le quita la ternura que transmite su rostro.
La luz en el niño es sublime. La manera en la que el rostro contrasta en su zona izquierda y derecha, amplía la teatralidad de su rostro.
El aguador y el niño comparten la copa, captando el momento justo en el que el aguador da de beber a este niño