El pescador, Joaquín Sorolla.

Hoy os hablaremos de la obra El pescador, realizada por Joaquín Sorolla en el año 1904. En esta obra del genio valenciano, vemos una escena llena de belleza y de una definición exquisita. Es como si viéramos una fotografía en color muchos años antes de que esto fuese posible. El protagonista de esta obra es un pescador, el cual vende su pescado por la playa. Es una pintura llena de movimiento, un movimiento que se para como si fuera un frame de una película. Joaquín Sorolla en esta obra, nos demuestra que su paleta de colores no tiene límites y demuestra que el mar tiene tantas infinitas visiones como infinito es el mar ante nuestros ojos.

El pescador, Joaquín Sorolla, 1904.

Centrándonos en la obra, debemos resaltar y destacar varios detalles deteniéndonos en ellos. En primer lugar, hablaremos de este niño, el cual como podemos observar, se gana la vida vendiendo el pescado. Es maravillosa la manera en la que la luz es retratada sobre este joven. Este pescador está de espaldas del sol, y tanto su torso, como su bañador, portan una sombra producto de la incidencia de una dura y persistente luz del sol en su espalda. Esta contraposición de luz y sombra es destacable en su sombrero. Este porta unas texturas de una definición sublime. Cada parte de su sombrero porta una luz propia, creando y emulando los pliegues del mismo.

Detalle sombrero, El pescador, Joaquín Sorolla, 1904.

Otro de los lugares destacables, es concretamente en la zona de su espalda pegada al canasto que porta. En este lugar, se aprecia perfectamente la incidencia de la luz en su espalda. Así mismo, el asa del canasto deja patente una sombra, la cual se proyecta en su brazo.

Detalle sombra, El pescador, Joaquín Sorolla, 1904.

Por otro lado, en los peces Sorolla deja atisbar los bellos azules que podemos ver en el mar. En los peces la paleta se multiplica, es como si fueran infinitos los azules, blancos y rosados. Así mismo, es destacable el juego de luces entre los peces, incidiendo la luz en partes concretas de algunos de ellos. Tal es el detalle lumínico en este joven, que uno de sus dedos es iluminado frente a los demás dedos de su mano.

Detalle peces, El pescador, Joaquín Sorolla, 1904.
Detalle de dedo iluminado, El pescador, Joaquín Sorolla, 1904.

Su torso porta una tonalidad azulada, debido a esa atmósfera de azules que crea el pintor valenciano. Su rostro está lleno de expresividad. Se nota la fatiga que porta en el rostro y el sufrimiento de un sol de justicia en una jornada de trabajo dura. Así mismo, su rostro se encuentra en una sombra aliviante gracias a la incidencia de su sombrero.

Detalle torso, El pescador, Joaquín Sorolla, 1904.
Detalle fatiga, El pescador, Joaquín Sorolla, 1904.

Su bañador es del todo realista, portando listas de colores varios típicos de los bañadores de la época.

Detalle bañador, El pescador, Joaquín Sorolla, 1904.

Por último, nos centraremos en el fondo. El fondo del cuadro porta un mar infinito y este mar baña el cuadro desde la orilla hasta el fondo. Es una escena llena de movimientos contrapuestos. El caminar horizontal del joven pescador, se contrapone con la verticalidad de movimiento de las olas en el mar. Las olas se mueven de forma lateral hacia nosotros, creando un universo pictórico de azules y blancos. Concretamente azules marinos que se contraponen con azules claros y blancos, indicando así las líneas de olas que se acercan hasta la orilla. También, atisbamos entre las olas un grupo de niños que están bañándose en el agua.

Detalle marino, El pescador, Joaquín Sorolla, 1904.
Detalle niños, El pescador, Joaquín Sorolla, 1904.

Estos niños portan el azul como hábito de su piel. No deben desentonar en esa atmósfera lumínica creada por Sorolla ya que el fondo porta un halo perfecto lleno de reflejos. La piel de estos niños es el espejo donde se mira el mar, creando así un contraste de gran definición entre la nitidez de su protagonista y la atmósfera creada con el fondo marino.

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