La metamorfosis cubista del paisaje castellano, Caneja.

Desde Charlarte queríamos hablarles de una obra del palentino Juan Manuel Díaz-Caneja, que quizás el gran público no conoce, pero que es un ejemplo importante en dos cuestiones reseñables. En primer lugar, la puesta en valor de un cubismo analítico, que aun siendo tardío, no tiene menos importancia artística que la obra de grandes referentes del cubismo como Picasso o Braque. Además de su calidad pictórica, es una obra que entiende perfectamente lo que significa el cubismo analítico. Caneja convierte esta obra en una metáfora de una forma de sentir y un aura paisajística, la cual todos somos capaces de reconocer si alguna vez hemos vivido o estado cerca de un paisaje castellano.

Paisaje, Juan Manuel Díaz-Caneja, 1958, Museo Reina Sofía.

También Queremos incidir en la idea de que a pesar de esta descomposición de los elementos que más tarde relataremos, no pierde la imagen y el contexto del lugar que retrata. Díaz-Caneja es muy certero a la hora de plantearnos una población la cual parece ser atrapada por el paisaje. Lomas y cielo se mimetizan casi con la población retratada. Es como si no existieran esas poblaciones dentro de este paisaje tan monótono. Esta cuestión sigue estando patente, ya que esas poblaciones de poco tamaño rodeadas de tan amplia inmensidad sigue siendo uno de los elementos más significativos de la ruralidad castellana.

Paisaje castellano.

Muchos hablan de la España vaciada y Caneja ya la retrataba a la perfección hace 60 años. Esta mimetización, despoblación e inmensidad del paisaje castellano se nos retrata desde una perspectiva cubista. Esto es constatable en varios detalles y elementos de esta obra. En primer lugar, la unificación de elementos es patente en la utilización del color. El pintor palentino aporta una paleta de color llena de ocres y marrones propios del trigal castellano que aparecen tanto en las casas, como los campos. Solo siendo interrumpido por un nuboso cielo.

Paleta de ocres y marrones, Paisaje, Juan Manuel Díaz-Caneja, 1958, Museo Reina Sofía.

La primera descomposición del paisaje se puede observar en una geometrización que se imita. Podemos ver como algunos tejados triangulares  sirven de espejo  y comparten la misma forma geométrica en las lomas que observamos a lo lejos y en la nubosidad del cielo.

Mimetización de tejados, Paisaje, Juan Manuel Díaz-Caneja, 1958, Museo Reina Sofía.

Así mismo, encontramos tejados con geometrías irregulares, las cuales hacen crear un imaginario cubista muy lejano del típico tejado a dos aguas.

Geometrías irregulares, Paisaje, Juan Manuel Díaz-Caneja, 1958, Museo Reina Sofía.

La geometría retratada y la pincelada con forma geométrica hace que el paisaje, las nubes y los caminos de esta población nos transmitan una cierta confusión en la diferenciación de elementos, que a su vez, esa confusión es el alma del cubismo. Pareciese que nuestros ojos confundidos no supieran ver la población entre tan amplia inmensidad; como si esos pueblos solo fueran un oasis entre la monotonía de las lomas y llanuras.

Geometrización del camino, Paisaje, Juan Manuel Díaz-Caneja, 1958, Museo Reina Sofía.
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