Hoy os hablaremos del Moulin de la Gallette y algunas de las representaciones pictóricas que ilustraron ese famoso lugar de la vida parisina. Se trata de un lugar, que aunque su origen data del siglo XVII, cobró una especial relevancia en el año 1812. En este año el Molino de la torta fue adquirido por Nicolas Charles Debray, este lo convertiría en sala de baile y lugar de esparcimiento.

No es de extrañar que algunos de los más grandes de la pintura retrataran este lugar. Los artistas son personas que necesitan un lugar donde esparcir sus inquietudes o dejarse llevar por las sensaciones. Muchos hablan de los molinos parisinos como lugares para el bohemio y el Moulin de la Gallette tiene mucho de eso. Son lugares que atraen nuestro ser mas sensorial y hedonista.
La primera de las representaciones es la realizada por Pierre-Auguste Renoir, concretamente se representa el baile que se realizaba en el Moulin de la Gallette. En el se ve reflejado ese esparcimiento parisino. Era un lugar donde conocerse, debatir, enamorarse o llegar al desenfreno. Al ver esta obra del año 1876, puedes sentir esa felicidad que desprenden las distintas escenas del cuadro. Nos podemos ver reflejados si vivimos de una manera bohemia nuestros momentos placenteros. Vivimos la calidez del Sol, la sonrisa cómplice con tu amado o la mueca o complicidad con tu amigo. Renoir refleja perfectamente las sensaciones que provocaba el Moulin de la Gallette en los parisinos y en los visitantes foráneos.

Diez años mas tarde, ese molino capta la atención de otro gran pintor. Vicent Van Gogh realizó una serie extensa de este lugar. Hasta diecisiete representaciones. Capta el Moulin de la Gallette desde varias perspectivas. Desde su entrada principal, en la cual vemos el color rojo de su fachada o sus característicos carteles.

Así mismo, refleja desde ambos perfiles el molino, pudiendo ver la escalinata que permitía el acceso al molino o los accesos desde la calle al mismo.

También Van Gogh capta el entorno fantástico del molino, concretamente Montmaitre, lugar de gran belleza, el cual pinta en en tres ocasiones.

El molino tenía una especie de mirador de madera que reinaba y permitía unas vistas las cuales atraían a los enamorados. El pintor holandés refleja muy bien estos elementos. Hay casi una obsesión por este lugar, el cual quedo marcado en su memoria y en su obra.

En 1889 Touluse-Lautrec también captaría una escena de baile en el Moulin de la Gallette, en este cuadro destaca esa mirada en primer plano entre un hombre y una mujer o esa mirada externa de la persona que no esta bailando. Tanto Renoir como Lautrec, tienen esa sensibilidad a la hora de captar lo que sucede a su alrededor. Son espectadores que en un momento de desenfreno y festejo son capaces de reflejar todo lo que sucede, destacando en ellos esa forma de abstraerse.

Uno de nuestros pintores por excelencia también Pablo Ruiz Picasso, capta ese momento de baile, de abstracción, de atracción, de filtreo. Eran lugares oscuros. Touluse y Picasso reflejan esa otra parte del esparcimiento, Renoir capta la felicidad, la luz, el jolgorio. Pero Touluse y Picasso todo lo contrario, la oscuridad y las luces brillantes.

Vemos como los artistas que vivieron este lugar captan el Moulin en todos sus exponentes, desde lo bello y lo glamuroso hasta lo oscuro y clandestino.