Hoy desde Charlarte queremos hablarles de uno de los cuadros emblemáticos del pintor español Francisco de Goya. Concretamente, trataremos el cuadro titulado 3 de mayo en Madrid o popularmente llamado Los fusilamientos del tres de mayo. Esta obra goyesca quería ensalzar la valentía, el coraje y la determinación de los españoles para luchar contra los franceses. Fue una obra inspiradora, además de un reconocimiento al pueblo. También fue una muestra de odio hacia el tirano de Europa, palabras textuales del pintor aragonés. A pesar de ese odio al francés, también admiraba ciertos cambios de la sociedad francesa. La obra es propuesta a Luis María de Borbón y este acepta el sufragio de la obra.
Tras el levantamiento del 2 de mayo de 1808, el 3, algunos sufrieron las consecuencias trágicas y criminales de los fusilamientos del día posterior. Esta obra terminada en el año 1814, se convirtió en una obra estandarte de todos los valores anteriormente nombrados, plasmándose en la vuelta de Fernando VII a Madrid, que según Luis María de Borbón, fue colocado en la Puerta de Alcalá para que el Rey observará con admiración, la valentía de su pueblo y la vuelta del gobernante gracias también de la población, la cual se levantó ante la posibilidad de un rey francés.
En esta obra pictórica, destaca el papel protagonista de los fusilados, los cuales muestran su rostro. Se quiere dejar constancia de su pertenecía a la población más humilde. Estos fusilados muestran actitudes múltiples. Unos rezan por obtener clemencia, otros muestran resignación hacia su desgraciado sino y otros claman al cielo con un gesto expresivo de sus manos.
Podemos observar también como ha discurrido la acción histórica, mostrándonos algunos fallecidos, los cuales han sido fusilados anteriormente, otros se muestran en el justo momento del fusilamientos y otros esperan nerviosos su destino.
Queda clara la crueldad del ejército francés, el cual reclamaba venganza ante el levantamiento. Un levantamiento que provocó la muerte de integrantes del ejército francés. Si aparecen los fusilados, también aparecen los verdugos, los cuales se muestran impersonales, ya que nos dan la espalda. Estos apuntan con sus bayonetas hacia los rebeldes.
Como decíamos respecto a los fusilados, destaca la luz, la cual incide en ellos, sobre todo en los ya fallecidos y en los que están en el justo momento del fusilamiento. Goya aporta un blanco impoluto en el fusilados que clama al cielo y pide clemencia.
También hay un foco de luz que ciega al espectador. Uno de los cuerpos, muestran una luz, la cual está llena de un sentido trágico, un sentido de dureza de lo que supuso estás muertes.
El candil encendido reporta un foco hacia el monte, el cual ejerce como paredón. Todo lo que sale de este foco, aporta una oscuridad, la cual atisba pocos detalles.
El que más destaca es la silueta de una edificación, la cual algunos estudiosos comentan que se trata del Cuartel de Príncipe Pío. Este lugar que fue uno de los focos de fusilamientos, junto a otros ilustres barrios madrileños.
Además de las luces, destacan algunas sombras de gran calidad pictórica. La sombra de fusilados y verdugos están realizadas con un gran realismo. Algunas sombras muestran detalles curiosos, como la plasmación del reflejo de sombras en forma de rostros, los cuales se cubren la cara. Quizás reflejando una sombra fantasmagórica o quizás la sombra de algún fusilado oculto.
Otros detalles de gran realismo, son la sangre reflejada en la tierra manchada por los fallecidos. También se muestra un aspecto sangriento en cuerpos y rostros. Los rostros son definitorios de la tragedia del momento, tanto en los fallecidos, como en los que esperan su muerte.
Cómo es la muerte protagonista en esta obra, también lo es la muerte en el exilio de Goya. Precisamente muere en Burdeos, tras tacharlo de afrancesado al defender los ideales franceses. Su profunda obra y sentido de orgullo español, no fue suficiente para el poco agradecido Fernando VII, el cual no escucho ni a su pueblo ni a su pintor.