San Serapio, Francisco de Zurbarán

San Serapio de nombre Peter Serapion, es uno de los santos que dan sentido a la orden mercedaria junto a San Carmelo. Nació en el año 1179 en tierras irlandesas, de origen militar participó en varias misiones. Apoyó a Ricardo Corazón de León y a Alfonso VII, con este último participaría en la Reconquista cristiana de la Península Ibérica. Dejó la actividad bélica para utilizar otros tipos de lucha. En el año 1222 pide el ingreso en la orden mercedaria. En la que fue su última misión de la orden, fue rehén y finalmente ejecutado de manera atroz. En su secuestro fue martirizado y crucificado en una cruz de aspa, donde finalmente fue descuartizado. En el año 1728 fue canonizado por el papa Benedicto XII.

La orden tiene dos fines principales, la espiritualidad y la contemplación. San Serapio y San Carmelo son representantes de esos dos fines principales, por lo tanto, eran venerados fervorosamente en la orden mercedaria. Otro de los fines mercedarios era predicar su fe a los llamados infieles, por esta cuestión, encontramos a San Serapio siendo martirizado por su fe cristiana. San Serapio hizo voto de sangre, con lo cual arriesgaba su vida por la fe para salvar rehenes y luchar contra los infieles.

“San Serapio”

San Serapio y San Carmelo son dos obras hermanas que estaban situadas en el Convento de la Merced Calzada, concretamente en la sala De profundis. En esta ocasión hablaremos de una de esas dos obras realizadas por Francisco de Zurbarán. San Serapio es una obra que actualmente se encuentra en el Wadsworth Atheneum, de Hartford en los Estados Unidos. Se trata de un óleo sobre lienzo datado en el año 1628.

En la representación del pintor de la provincia de Badajoz, San Serapio aparece con el hábito mercedario de color blanco, color que es santo y seña de su tenebrismo. Es un color inquietante en su obra, no te deja indiferente ante un fondo oscuro contrastante. El hábito es un elemento vehiculante de la paleta clara en la obra zurbaranesca. La representación de San Serapio es la de un hombre joven, posiblemente monje de este convento sevillano. Representación la cual no es fiel a la edad en la que fue martirizado el santo. Es destacable como Zurbarán es capaz de ocultar toda esa visión macabra de descuartizamiento con un blanco impoluto y limpio de sangre. Algunos hablan de una sobriedad acuciada por la niñez en su natal Fuente de Cantos; algunos ven un pueblo de paisaje sobrio como su obra. Por último nos llama la atención la seña que nos deja clavada el autor en el cuadro. En esa nota el pintor extremeño titula Serapio y firma Francisco de Zurbarán.

Autor: Jesús Aguayo Linares, graduado en Historia del Arte por la Universidad de Córdoba

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