Hoy hablaremos de algunas de las influencias reflejadas en La fragua de Vulcano, obra del pintor sevillano Diego Rodríguez de Silva y Velázquez. Obra que realiza en su viaje en Italia en agosto de 1629, concretamente en verano de 1630. Durante su estancia en la ciudad de Roma, realizaría esta obra, en la cual vemos como hay una relación e influencia entre Tiziano, Guercino, Guido Reni y Diego Velázquez.
Diego Velázquez aprendió y admiró algunas de las cualidades de Tiziano Vecellio gracias a las referencias dadas por su maestro Francisco Pacheco. La pincelada del pintor del Véneto era de un empleo magistral a la hora de crear relieve y profundidad. Esto lo conseguía a través del juego entre luces y sombras. Francisco Pacheco siempre le aconsejó que bebiera de los grandes italianos Rafael, Miguel Angel y Tiziano. Ellos le aportarían según Pacheco dulzor, belleza, fuerza expresiva y profundidad. Velázquez siempre tuvo una admiración por el pintor veneciano. Ya durante su estancia en la corte madrileña conoció su obra.
La admiración por Tiziano no venía solo de Velázquez, sino también de otro de los maestros de la pintura, Rubens, el cual realizó algunas copias del genio del Renacimiento italiano. Esta profundidad aprendida de Tiziano, la cual la podemos observar en algunas de sus obras, se ve reflejada en el retrato ecuestre de Carlos V anteriormente citado. Mismamente, está profundidad se ve expuesta por Velázquez en el fondo de la obra La fragua de Vulcano, concretamente detras la figura del Dios Apolo. Esta obra realizada en la Villa Médicis, porta una paleta más rica y luminosa. Se ve reflejado el impacto de la pintura veneciana, que rompe con la influencia caravaggiesca de su obra anterior. Claro ejemplo de este contraste, son algunas de sus obras. Podemos citar algunas en las que se evidencia ese claro oscuro: Vieja friendo huevos, Los tres músicos o El aguador de Sevilla, las cuales portan un tenebrismo más que evidente.
Debemos decir que aun vemos algunas pinceladas tenebristas en el fondo del cuadro, pero predomina la importancia de la luz ante la oscuridad. La fragua de Vulcano es un cuadro lleno de luz. Luz que baña la fragua, fragua que es un lugar oscuro que suele estar iluminado por el horno y el chispear del metal. En este caso, Apolo el dios del Sol, llena de luz esta fragua y llena de luz los torsos de los personajes. Así mismo, otra fuente importante de luz es la emitida por el rostro de Apolo.
Además de la influencia veneciana, encontramos una influencia de un estilo más idealizado y clásico, predominante en muchos de los pintores romanos. Sucedía muy a menudo ese cambio del tenebrismo más puro al idealismo clásico. Quizás tuvo algo que ver que eran las dos tendencias predominantes en el Barroco, y así mismo, la historia de su anfitrión durante su estancia en Roma. Giovanni Francesco Barbieri, apodado Il Guercino, fue el pintor que lo acogió durante su estancia. Pintor que en sus comienzos realizaba obras tenebristas, pero que se convirtió en uno de los representantes del clasicismo barroco. Este clasicismo influenció a Velázquez a la hora de dar la iluminación a los cuerpos representados. Os presentamos dos ejemplos. El primero es la obra Susana y los Viejos, obra de el anfitrión de Velázquez. Y en segundo lugar Hipotómenes y Atalanta de Guido Reni su mayor rival.
En el segundo de los ejemplos, podemos ver la similitud de la iluminación de los torsos de la obra La fragua de Vulcanos, con la realidad por Guido Reni en la obra Atalanta e Hipómenes, obra perteneciente a la colección del Prado y datada entre 1618 y 1619. Reni es otro de los representantes del Clasicismo barroco. Guido y Guercino son los máximos representates del Clasicismo boloñés, por lo tanto, no es extraño que Velázquez conociera la obra del Guercino su anfitrión y de Guido Reni máximo rival de el Guercino.