Francisco Pacheco del Río fue un pintor y tratadista Sevillano, nacido en Sanlúcar de Barrameda en 1564 y que falleció en Sevilla en 1644 a la edad de cien años. Es conocido popularmente por ser el maestro y suegro del famoso artista español Diego Rodríguez de Silva y Velázquez (Sevilla, 1599 – Madrid, 1660) y por su importante obra escrita, la cual tuvo una notoria repercusión en el panorama artístico e intelectual de la época. Cuenta con tres obras literarias, con títulos como Libro de Verdaderos Retratos de Ilustres y Memorables Varones, manuscrito incompleto de 1599 publicado en 1886 por José María Asensio, el Arte de la pintura, su antigüedad y su grandeza, publicado póstumo en 1649 y por último Sobre la Circuncisión y el Bautismo de Cristo, 1631, en Tratados de erudición de varios autores. Aunque cuenta con una extensísima lista de obras pictóricas que no nos vamos a detener en enumerar, son las escritas y en especial el Arte de la pintura, las que han conseguido que Pacheco perdure como una fuente artística esencial para la comprensión de la pintura española del siglo de oro, tal y como defendió Antonio Palomino (1655-1726) en uno de sus escritos[1].
Recordemos que dentro de las fuentes a las que un historiador del arte debe de recurrir en cualquier investigación están todos aquellos testimonios literarios que se refieren en un sentido teórico al arte[2] y que en el caso de Pacheco también sirven como fuente esencial para comprender el contexto histórico en el que nos encontramos. Además en el caso de el Arte contamos con el manuscrito autógrafo que fue sometido al censor y que nos permite conocer el texto completo sin mutilaciones y con retoques del mismo Pacheco o otras personas[3].
Son numerosos los autores que han estudiado y escrito sobre nuestro teórico y su obra literaria, entre los que se encuentran Francisco Rodríguez Marín[4], Concepción Salazar[5], Enrique Valdivieso y Juan Miguel Serrera[6] y Diego Angulo y Alfonso Emilio Pérez Sánchez[7], entre otros. Gracias a ellos conocemos mejor la figura de este artista y su labor como recopilador y editor de la obra de otros autores tales como Pablo de Céspedes, por el cual sentía una especial predilección, así como la publicación de algunos de sus poemas y diálogos dedicados a la Purísima concepción de María. Además, como veremos más adelante, Pacheco participará en varias polémicas de su tiempo como la preocupación de cómo ha de ser representada la Inmaculada Concepción y su defensa iconográfica de la representación del Cristo crucificado con cuatro clavos, algo que se convertirá en tema candente de ciertos círculos eruditos y que generará disputas públicas entre distintos personajes.
El libro del Arte no surge fruto de una cronología clara evolutiva, puesto que todos los estudios apuntan a que su creación se dilata en el tiempo haciendo de ella una obra abierta a la que se le iban añadiendo o eliminando partes indistintamente según el parecer del autor, encontrándonos así párrafos del inicio del libro de fecha posterior a otras que aparecen en partes más avanzadas del mismo. Es por ello que resulta algo difícil su estudio historiográfico, aunque gracias a otras fuentes y documentos se ha podido llegar a vislumbrar la cronología de algunos fragmentos como los primeros cinco capítulos del libro, que corresponden a otros escritos anteriores de Pacheco, en los que hace una clara exposición de argumentos a favor de la mayor antigüedad y nobleza de la pintura sobre la escritura. Este tema fue muy discutido en su época al igual que otros muchos de los que trata nuestro autor y que nos habla de su curiosidad o incluso de cierto gusto por los temas polémicos.
Tanto esta obra como su famoso Libro de verdaderos retratos[8] fueron publicados de forma póstuma, al igual que las posteriores recopilaciones que se hicieron en forma de tres códices misceláneos de sus manuscritos, cartas con otros personajes de la época y todos aquellos documentos de interés que el autor había guardado de forma meticulosa. Recibieron los títulos de Tratados de erudición de varios autores[9], Poesías Varias[10] y Libro de varios tratados de graciosidad i erudición de diferentes autores[11]. De semejantes recopilaciones podemos llegar a la conclusión de que en nuestro artista ejercerá un peso fundamental el entorno en el que se mueve y su relación con diferentes personajes de elevada cultura que lo aconsejarán y ayudarán en su labor por vía directa o a través de correspondencia. Para conseguir tales amistades no podemos descartar la hipótesis de que Pacheco fue un personaje activo en los círculos culturales de la Sevilla de su tiempo, lo que le granjeará cierta amistad o relación cordial con algunos personajes ilustres. Es bien conocido que la posterior fortuna de Velázquez también se vio favorecida por los contactos con los que contaba su suegro, aunque no por ello fuera desmerecido su reconocimiento.
No solo de intelectuales se rodeará nuestro protagonista, ya que del Arte y lo dicho posteriormente por Palomino podemos llegar a pensar que Pacheco contaba con una academia donde se dedicada a enseñar arte a ciertos aprendices. A pesar de ello, según Jonathan Brown no debemos pensar en el concepto que actualmente tenemos de academia, puesto que esta tenía un carácter informal al no contar con un número fijo de aprendices ni con una sede fija de reunión.
En su obra Pacheco aludirá a tres generaciones diferentes entre los que se encuentran los de la generación anterior a él, los de la suya propia y el grupo de los más jóvenes con el que tendrá mayor relación. De la primera generación destaca su relación con Medina, Zamora y con Pablo de Céspedes, de la segunda será Luis del Alcázar, Pineda, Arguijo y Caro, mientras que del último grupo destacan figuras como Jáuregui, Rioja, el Duque de Alcalá y Fonseca y Figueroa, con los que mantendrá correspondencia e intercambiarán relaciones de gran peso en sus escritos. Todos los de este último grupo, excepto Fonseca nacieron en 1583, diferenciándose casi veinte años con nuestro autor. A Jáuregui lo conoció en Madrid (1625-1626), participando con ciertos poemas en el libro de Retratos, pero se cree por su correspondencia que tenían ciertas discrepancias en su visión del arte italiano y el arte en general. Sin embargo la relación con Rioja será mucho más estrecha, algo que se demuestra en las frecuentes alusiones que hace a su persona. De hecho lo consideramos el asesor de confianza de Pacheco tras la muerte de Medina y uno de los impulsores de la carrera de Velázquez en Madrid, junto a Fonseca.
Con el resto de personajes que no encajan en esta triple división por generaciones de personajes incluidos en el Arte podemos hacer otros tres grupos más reducidos. El primero estaría conformado por los poetas cuyas colaboraciones fueron incluidas para enriquecer el tratado, el segundo por un grupo algo mayor numéricamente hablando de jesuitas, los cuales gozaban de grandes conocimientos, y por último un tercer grupo de eclesiásticos regulares y seculares, que tuvieron gran peso en las dos importantes cuestiones iconográficas que plantea Pacheco sobre el tema del Juicio Final y el crucificado de cuatro clavos.
No toda la obra del pintor sevillano gira en torno a estos personajes como es lógico, en gran medida sus escritos son fruto una persona con grandes inquietudes intelectuales y, cómo no, de un ávido lector que se esforzó por culturizarse. De las pocas referencias existentes sobre los libros que poseía Pacheco y que, por tanto podían haber influenciado al autor, se desprende una clara ausencia de libros técnicos de perspectiva, geometría, óptica y cuestiones similares. Además nos sugiere que tenía una correcta formación humanista, que aunque no deslumbrante, superaba la media de la mayor parte de pintores de su época. A estas otras fuentes de conocimiento también se le debería unir los dos viajes que se sabe que realizó y los cuales son mencionados algunas veces en sus manuscritos. El primero de 1611 comprende por lo menos Córdoba, Toledo, Madrid, El Pardo y El Escorial, mientras que el segundo sería una estancia de dos años en Madrid citada en el Arte entre 1625 y 1626, y que según Jonathan Brown tuvo que ser intermitente. Otro viaje no documentado lo habría realizado a Jerez de la Frontera, puesto que allí realizó algún trabajo en la iglesia de San Miguel.
Por último atendiendo a otras fuentes de peso para comprender la obra de Pacheco, no debemos olvidar hacer mención a su visión de la pintura italiana muy influido por Vasari y por Dolce. Aunque evita realizar un repertorio de Vidas[12] al modo vasariano para cumplir correctamente su objetivo de adoctrinar sobre pintura, no deja de existir ciertos paralelismos en el uso constante de ejemplos prácticos para ejemplificar y sostener sus ideas. También recurrirá para su conocimiento del arte italiano a los grabados de autores como Durero y Cornelis Cort, y a las obras de maestros italianos que se encontraban en España. A pesar de ello, la falta de un viaje a Italia y su conocimiento parcial hace que en ciertas ocasiones se contradiga, algo claramente ejemplificado por su alabanza a la pintura de Miguel Ángel y Rafael, para una posterior defensa del realismo. Quizás para lo único de nuestro artista se muestra totalmente intransigente es para su visión del decoro en la pintura.[13]
[2] Julius Schlosser, La literatura artística, Madrid, Cátedra, 1976 (1924), p.23.
[3]Francisco Pacheco, Arte de la Pintura, su antigüedad y su grandeza, en: Instituto Valencia de Don Juan de Madrid, desde 1921.
[4] Francisco Rodríguez Marín, Francisco Pacheco, maestro de Velázquez, Madrid, 1923.
[5] Concepción Salazar, El testamento de Francisco Pacheco, en AEAA, 1928, p.155-160.
[6]E. Valdivieso-J. M. Serrera, Historia de la pintura española. Escuela sevillana del primer tercio del siglo XVII, Madird, 1985.
[7]D. Angulo- A. E Pérez Sánchez, “Gran visión de las capacidades artísticas de Pacheco”, en: A corpus of spanish drawings, 1985.
[8]Francisco Pacheco, Libro de verdaderos retratos de ilustres y memorables varones,ed. José María Asensio, Sevilla, 1886
[9]Francisco de Rioja, Tratados de erudición de varios autores, Manuscrito, Biblioteca Nacional de Madrid, 1631 (1713)
[10]Francisco Pacheco, Poesías Varias, Manuscrito, Biblioteca Universidad de Harvard, 1631
[11]Francisco Pacheco, Libro de varios tratados de graciosidad i erudición, de diferentes autores,Manuscrito, Biblioteca de la Facultad de Filología de Sevilla, ap.1620
[12]Giorgio Vasari, Las vidas de los más excelentes pintores, arquitectos y arquitectos, de. Lorenzo Torrentino, Florencia, 1550.
[13]Francisco Pacheco, Arte de la Pintura, Ed. Bonaventura Bassegoda i Hugas, Madrid, Cátedral, 1990.
Autor: Jesús Aguayo Linares, graduado en Historia del Arte por la Universidad de Córdoba