Fue uno de los más notables y llamativos pintores catalanes del mundo flamenco de principios del XX. Hermenegildo Anglada-Camarasa (Barcelona, 1872 – Puerto de Pollensa, 1959) recoge en su pintura por un lado todas las características cromáticas del modernismo catalán y por otro el costumbrismo andaluz de sus temas. En su primera etapa, más marcada por la línea catalana paisajística, Camarasa desarrolla un estilo naturalista sobrio y academicista.
Sin embargo en 1894, tras su traslado a París y debido al contacto directo con la corriente modernista francesa que impregnaba los circuitos artísticos de la ciudad, Camarasa experimenta un cambio en su obra; un lenguaje pictórico en el que los colores se tornan más tenebristas y la pincelada se vuelve casi goyesca, quizás aún anclado en el romanticismo hispanista o simplemente como una reticencia inicial a las influencias de la capital francesa. Tras su viaje a Granada, como un extranjero más de los muchos que visitaban la ciudad, sus temas empiezan a tratar escenas del ambiente romántico e idealizado del mundo gitano y la fiesta flamenca, especialmente en lo que a baile se refiere. Los vestidos femeninos se convierten en el centro de la escena, como una llama que eclipsa a las figuras masculinas, en una penumbra oscura y tétrica.
A partir de 1905 sus colores se vuelven eléctricos, como las luces de los clubes de alterne del París de la noche y la estética art decó inunda toda su pintura. La temática folclorista se divide entre Valencia y Andalucía. El colorido de los trajes festivos valencianos y los decorados camperos de los caballos se convierten en la excusa plástica idónea. Camarasa confecciona una paleta ácida, llena de colores saturados que se derraman sobre el lienzo en una disposición semejante a la de los cristales de las vidrieras.
Realizado por Alvaro Reja Cuadrillero.