El caballero de la mano en el pecho es un retrato que más allá de su fama pictórica, es una obra en la que nos vemos transportados cuatro siglos atrás. Así mismo, nos adentra en un retrato con alma. Juan de Silva y Ribera, III Marques de Montemayor, es retratado por uno de los pintores más sublimes y con más personalidad de toda la historia del arte. Se trata de Doménikos Theotokópoulos El Greco.
Domenikos es un pintor que nos transmite su obra a través del alma, ya que los detalles son tan certeros, que nos permiten atisbar elementos propios de ese concepto abstracto. Esta aparece en lugares como la mirada, en la cual, la expresión o su morfología nos habla de elementos primeramente actitudinales, como son el orgullo y la seriedad.
Estos dos elementos se ven reflejados en unos ojos que aparecen bien abiertos. Así mismo, se nos muestra una rectitud que va en consosnancia con la solemnidad que transmite este caballero toledano. Además de su actitud, este caballero es retratado con tal realismo por El Greco, que nos muestra como sufre de un claro estravismo. Este problema ocular se observa a la perfección, ya que un ojo mira fijamente hacia el espectador mientras otro se nos retrata con mirada elevada y perdida.
Su rostro alargado y ovalado, el cual porta una sensibilidad pictórcia propia de un genio, nos muestra otros detalles sobre este caballero. Aunque parezca obvio, se nos retrata la personalidad. La personalidad resulta primordial a la hora de retratrar, ya que el pintor capta los detalles mas propios del personaje en cuestión. Vemos un pelo fino que pierde la batalla a la piel de su alargada frente. Mientras, su largo bigote y barba completan un rostro que es flanqueado con orejas picudas y despegadas.
Su piel nos muestra gran cantidad de texturas y tonalidades, las cuales van desde el rosado de los mofletes, el blanco de su frente a el negro de unas ojeras pronunciadas.
Existen otros detalles reseñables en la obra. La mano de Juan de Silva y Ribera es retratada por el pintor griego destacando sus hendiduras. Las distintas texturas de la piel en sus tonos rosados, blanquecinos y morenos, son pintadas de manera muy fehaciente, siendo detalles como las falanges de los dedos o las uñas las que muestran una gran calidad pictórica.
El último de los detalles que reseñaremos, es la manera en la que es retratado el estoque toledano. El Greco nos muestra un reflejo de este caracterísco elemento, el cual nos transporta hacia los distintas maneras de tratar la empuñadura por el herrero y que es reflejada a la perfección en la de este ilustre caballero. Destacando sobremanera desde el labrado en mate hasta el brillo de algunas de sus partes.