En nuestro artículo de hoy, queremos hablar de la obra Impresión, Sol naciente. Esta obra del pintor parisino Claude Monet, se convirtió en un símbolo del movimiento impresionista. Y quizás fue por esa forma de retratar la realidad tan particular en esta obra, la cual aunó y creó una forma de entender la pintura, convirtiéndose en un estandarte estilístico. Esta obra quiere retratar un amanecer, y en los amaneceres se crea un aura y un ambiente muy característico. Ya que como pasa en nuestro descansar, tras la oscuridad del sueño, se va haciendo la luz con nuestro despertar. El Sol que nace le sucede lo mismo. Este lleva toda la noche desaparecido y tras estar dormido, aparece para iluminar nuestra vida.
Podemos ver retratados en esta obra del año 1872, varios elementos reflejados de una forma muy característica. Vemos retratado un puerto, en el que el Sol reina en el centro. Es un Sol anaranjado, propio del despertar y el apagar de nuestra mayor estrella. Este naranja baña el cielo y el mar, camuflándose con el azul propio de estos dos elementos. El azul nos muestra y sirve como color para reflejar detalles que nos sitúan en la escena. El azul nos muestra el puerto de Le Harve de una manera maravillosa. Son pinceladas de lo menos cuidadosas y que levemente pero muy adecuadamente, nos insinúan el puerto y los brazos de las gruas. También ese azul, que se muestra mas oscuro que el del mar, nos insinúa un canal por el que los barcos discurren. Su virtud, es el crear una imagen reconocible con una pincelada poco detallada.
Este azul claro, se va oscureciendo para mostrarnos elementos como las embarcaciones principales de esta obra. Con este azul ennegrecido, nos muestra tanto el barco, como sus tripulantes, pudiendo ver la persona encargada de tripular la embarcación en una de ellas, así como sus sombras, las cuales están provocadas por el Sol anaranjado que incide detrás de ellos. En total, se muestran tres embarcaciones las cuales van aminorando su ennegrecido cuanto más se acercan hacia el Sol naciente.
Este azul oscuro también lo observamos en una especie de marejadilla muy leve, la cual nos muestra las corrientes de esta agua y los reflejos provocados el Sol en el ondear del mar.
En relación al color, destaca este naranja tan precioso que nos retrata Monet. El Sol aparece con una pincelada naranja entremezclada por el blanco de la nubosidad propia de algunos amaneceres. Creando un círculo perfecto, una esfera que retrata acertadamente como emana el Sol, ya que incluso podemos ver como algunas terminaciones de este Sol, ondean tal y como si Monet lo hubiera visto desde un telescopio. Es toda una genialidad la manera en lo que lo retrata.
No es menos genial como el naranja aparece en el ambiente. Va diluyendo el naranja entre las pinceladas azules, creando un color y una mezcla única en cada centímetro del cuadro. Es como si realizara una receta en la cual las cantidades son el secreto del éxito. El cielo, es retratado de forma sublime. Es todo un éxito la forma en la que diluye las pinceladas y colores, creando una atmosfera única.
Pero este naranja no acaba en el cielo, ya que Claude Monet realiza y retrata como se refleja el Sol en el agua. Lo retrata de una manera vertical, desarrollando los reflejos naranjas en el discurrir del mar, ya que el agua crea un fenómeno de reflejos únicos que muchos artistas han querido retratar. Monet lo plasma con pinceladas naranjas mezcladas con pinceladas blancas, y planteando su localización de manera ondeante en sus alturas.
En definitiva, esta obra impresionista por excelencia, destaca tanto en su paleta de color, como en su pincelada. Creando un efecto mágnifico además de plasmar una escena bellísisma, pareciendo reflejarla con tan poco, pero en realidad reflejándola de una manera tan completa. Es sin duda, una obra maestra, un fenómeno artístico único.