La obra pictórica Mal de amores del cordobés Julio Romero de Torres, nos atrapa en su perspectiva. El artista andaluz plasmó en 1905 una escena que capta tu atención a través de la teatralidad que aportan sus luces y sombras. La oscuridad augurio de un mal de amor, atrapa a la joven de tez morena.
Este sentimiento inunda su presencia y rostro. Su seriedad y belleza se mantiene, a pesar de vivir una espera cansada y desesperada. La paciencia que en principio pudo estar llena de esperanza, se convierte en una decepción tan oscura como la mirada que atisban sus ojos. La joven lleva consigo la nobleza eterna del perro que anhela la llegada de su amo en el dintel.
La madre observa con una media sonrisa a su hija. Su madurez, se muestra con una mirada convencida en su presagio, convertido este en una traición ya atinada en su pensamiento. Un pensamiento que habla diciendo, “no esperes más hija, no apaparecerá”.
Esta espera podría tener influencias coetáneas, ya que en la Zarzuela El mal de amores de los hermanos Alvarez Quintero, estrenada en el Teatro Apolo de Madrid el 28 enero de 1905, retrata la espera de la amada protagonizada por Carola, enamorada de Rafael.
Pictoricamente es magnífica la manera en la que Romero de Torres crea un efecto de contraluz. Así mismo, como el patio ilumina la escena desde atrás retratando las sombras desde una perspectiva poco común. Este efecto encaja perfectamente con la escena de un teatro, ya que esa teatralidad no sólo aparece en la colocación y rictus de los retratados, sino también en la luz que emana desde la propia escena. Es como si el público se mantuviese en la oscuridad presenciando una magnífica representación encarnada en una obra pictórica.