Hoy queremos hablaros de una de las obras más famosas del pintor valenciano Joaquín Sorolla. Su obra Paseo a orillas del mar de 1909 retrata a las dos personas más importantes del pintor, su mujer Clotilde y su hija mayor María Clotilde. Es una obra que está enmarcada en las playas valencianas, lugar que da nombre a una de las denominaciones del estilo del pintor, el Luminismo valenciano.
Centrándonos en la figura de Joaquín Sorolla, el pintor es enmarcado por los estudiosos en el impresionismo y el postimpresionismo español, ya que su luz y color, además de la temática basada en la vida real a través de la transmisión de emociones y expresiones, coinciden con su estilo. Joaquín Sorolla es el mayor representante a la hora de captar la luz y sus obras son obras maestras de éxito reconocido primeramente en Valencia y posteriormente en el resto del mundo. Es participante de las exposiciones internacionales más importantes. Aprendió y estudió en profundidad al pintor sevillano Diego Velázquez bebiendo así mismo de las obras del Museo del Prado. Sorolla y su obra además de temáticas más agradables trató temáticas de crítica social, captando y transmitiendo esa crítica de una manera magistral. Fue un pintor de un gran éxito pictórico y económico, además de una amplísima producción artística.
Adentrándonos en la obra Paseo a orillas del mar, vemos a madre e hija vestidas con la ropa utilizada en los baños burgueses de los primeros años del siglo XX. Solían vestir de un blanco impoluto, vestidos ligeros y elegantes con sobrero y sombrilla. El blanco es un color que luce en lugares de tanta luz como la playa, ese blanco impoluto produce un reflejo y una lumínica única. Sorolla pinta las distintas texturas a través de como incide la luz en los distintos elementos de la escena. En las distintas partes del cuadro y sus colores principales se van dividiendo en múltiples blancos, azules y marrones. Es una obra uniforme en la que los elementos del cuadro a veces se unen a través de esos reflejos.
Los vestidos portan reflejos azules en la parte izquierda del cuadro. Debido a esa incidencia del reflejo del mar parece unirse ellas y el fondo. Precisamente Sorolla realiza las sombras de los vestidos con reflejos azules. Esto queda patente en la sombra que retrata bajo el brazo de Clotilde madre. Así mismo, en la sombra que provoca la sombrilla. Este sombreado en azules crea una uniformidad en el cuadro que lo hace una obra suave y en su pincelada y agradable su disfrute.
En esta obra las texturas y la sutileza de los blancos son retratadas maravillosamente. En el caso de María Clotilde, su vestido porta una especie de velo y así mismo en sus brazos porta una prenda transparente que crea una textura que técnicamente se asemeja a los velos de algunas esculturas barrocas. Sorolla en estos velos que retrata, tiene que captar como actúa el fondo en los velos y como la luz traspasa por ellos. Realiza la misma operación en el velo saliente del sombrero de Clotilde. Otro aspecto de este elemento es como capta en él el viento y el ondear de las prendas. Este ondear provoca también texturas las cuales Sorolla resuelve magistralmente.
El mar y la arena también portan distintas texturas en los azules y marrones debido a la incidencia de la luz en el agua. El mar provoca azules claros y azules marinos contrastados con los blancos del romper de la ola. Se atisba en el mar el marrón de la arena, que forma parte de la paleta de colores provocada por la transparencia del agua y como la luz incide en el fondo. En el caso de la orilla se retratan una serie de marrones en los que incide la humedad de la arena y como el agua llega hasta la orilla, cambiando el color de la arena seca en arena mojada. Por esta cuestión, Sorolla retrata esos marrones oscuros y esos marrones azulados con restos de agua.
También influye en los marrones la sombra de madre e hija. Las sombras de Clotilde y Clotilde María provocan un juego de sombras en el que parece atisbarse un rostro el cual mira hacia ellas. Se aprecia la verdina de las algas la cual cambia el azul del mar en azul verdoso para convertirse en algo parecido al cabello de este rostro.
Por último hablar del rostro de madre e hija. Maria Clotilde mira fijamente al espectador y en los rostros destaca como el color blanco de la piel se une al conjunto de blancos de los demás elementos de la vestimenta. Concluimos nuestro artículo con el rostro de Maria Clotilde, hija de Joaquín Sorolla, pintor que demuestra tener una gran sensibilidad y una gran pincelada que le permite crear atmósferas únicas a través de un don para pintar la luz.