Queremos hablarles en este comentario sobre una obra emblemática del pintor español Francisco de Goya. No es otra, que la obra Saturno devorando a su hijo. En ella, observamos el carácter obstinado y caníbal representado en la figura de Saturno. Este dios latino, se vio obligado y cegado por el pacto de poder que entabló con su hermano mayor Titán. El poder es algo que corrompe a cualquier persona, y este, es un ejemplo claro de lo que uno es capaz de hacer a cambio de ostentar el poder. Es una obra artística perteneciente a las pinturas negras, las cuales nos muestran una “cara b” de la psicología humana. Observamos como se vuelve contra nosotros mismos la locura permanente o transitoria y como la obra artística lo refleja a la perfección.
Uno de los lugares donde observar como el alma está fuera de si en este proceso caníbal, es la mirada de saturno. Se nos muestra en sus ojos, los cuales aparecen abiertos y casi fuera de sus órbitas. Además, se ve una mirada llena de tristeza contenida. Es como si la obstinación por devorar ansiosamente a su hijo, le provocara a su vez un profundo dolor y arrepentimiento. Es inevitable, lo tiene que hacer y su proceso de locura le lleva a esa situación, pero no deja de ser duro para un padre devorar a su hijo por ostentar el poder divino y terrenal. Por lo tanto, sus ojos es uno de los elementos expresivos claves de la obra.
Se nos retrata a un hombre mayor, con aspecto Neandertal y en una pose que nos transmite un profundo canibalismo. No se nos muestra a Saturno de una manera latina y propia de una deidad romana, sino que se nos muestra el lado humano y ancestral reflejado en la necesidad de cualquier ser que quiere conseguir sobrevivir a toda costa. Es una simbiosis del mito con ese instinto de sobrevivir a la muerte alimentándose incluso de tu propio hijo. Así mismo, con la ostentación del poder a cambio de este acto tan inhumano.
La postura es claramente agresiva. Sus rodillas flexionadas acompañan a la tensión de sus brazos, los cuales han debido sujetarlo fuertemente para que ese pobre niño no se resistiera demasiado. De forma violenta agarra a su hijo con las dos manos y ya habiendo devorado cabeza y brazo derecho.
Se nos muestra en el momento que devora su brazo izquierdo. Es una imagen dura, escabrosa y explícita por la sangre y el cuerpo descuartizado, pero a su vez, es una obra que capta con gran sensibilidad los sentimientos que llevan consigo el canibalismo, obstinación, humanidad, arrepentimiento, tensión, agresividad y violencia; todas estas emociones en una sola escena.
También observamos algunos detalles curiosos como la incursión de un jabalí o al menos de su cabeza. Así mismo, la colocación de la escena en una cavidad, la cual ambienta esa idea que se nos quiere transmitir de sentimientos y actitudes de lo más ancestrales volcadas en una teatralidad muy realista.
En definitiva, el pintor aragonés nos pone frente a un espejo, el cual nos muestra en que nos podemos convertir como seres. Además de como esta realidad tan dura reflejada en el mito clásico es patente en nuestras vidas y era una forma de subsistir en los albores de nuestra raza. Todos hemos trepado devorando nuestros valores alguna vez y todos estamos expuestos a devorar a quienes nos quieren a cambio de la egoísta naturaleza humana.